El otro día me quedé pensando en ese color azul verdoso del pelo de Clem y en todo eso de que el invierno da paso a una nueva primavera.
Hoy, las noticias anuncian que los almendros ya están en flor, desafían el ciclo estacional y yo ahora quiero ser como ellos.
Pero todo a su debido tiempo.
Lo cierto es que echando un poco la vista atrás, ya sin hacer como que el pasado no existe y no me afecta, me doy cuenta de que es verdad eso de que todo pasa. A veces tarda más, otras menos, y a veces ese pasar consiste más en una transformación a otra cosa que en un final o una extinción, pero sea como sea, nos sobreponemos.
El ser humano se adapta a esas sensaciones que se inmiscuyen en su vida. Y de la misma manera que te acostumbras al placer, te puedes, hasta cierto punto, adaptar al dolor. Desarrollamos estrategias para ello, de forma consciente o inconsciente. Y nos volvemos resilientes. Como el fénix que resurge de las cenizas, podemos ser algo así. Y eso es mejor que arder entre ellas eternamente, porque a veces todavía queman.
La capacidad de resurgir es algo bonito porque nos permite tener experiencias nuevas, pero ya con una carga considerable de aprendizaje a las espaldas. Todo un gran conjunto de herramientas que te han hecho más fuerte y un poco más listo si has sido capaz de darle utilidad al sufrimiento.
"Una amiga, me llevo a un sitio impresionante el otro día. Se llama el Augusteum. Octavio Augusto lo construyó para que albergara sus restos. Cuando llegaron los bárbaros, lo arrasaron junto con todo lo demás. […] La ciudad ha ido creciendo a su alrededor durante siglos. Es como una bella herida.
[…] Al contemplar ese sitio, el caos que ha soportado, la forma en la que ha sido adaptado, incendiado, saqueado, y luego hallado el modo de volverse a levantar, me vine arriba. A lo mejor mi vida no ha sido tan caótica, y es el mundo el que lo es, y el único engaño es intentar aferrarse a ella a toda costa.
Las ruinas son un regalo. Las ruinas son el camino a la transformación."
Extracto de la película "Come, reza, ama"
Puede ser que aprender a estar en el dolor pase por dejar de luchar contra lo que sentimos. La paz interior puede encontrarse al caminar entre las ruinas, al recibir a la tristeza cuando nos visita, aunque no sea bienvenida. Puedes intentar huir o cerrarle la puerta, pero si no te atreves a dejar que te encuentre sentirás su sombra en la espalda hasta que tengas el coraje de mirarla de frente. Solo al aceptarla podemos dejarla ir. Porque las emociones consideradas negativas forman parte de la vida y considerarles algún espacio es lo que permite que lo positivo exista.
Las frases de Mr. Wonderfull no transcienden a las agendas escolares y lo de estar entusiasmado y contento durante mucho rato solo pasa en la infancia, cuando no le has visto todavía las orejas al lobo, la cara fea al mundo.
Y atravesar el mundo adulto pasa por aceptar esa parte de la vida. Por eso entiendo que haya gente que nunca quiera madurar, la infantilización constante de la experiencia vital, el Peter Pan desubicado.
No creo que sea algo bueno.
A pesar de todo se puede seguir manteniendo el entusiasmo. Te pueden seguir brillando los ojos. Lo decía Cuca Casado el otro día cuando mantenía una charla con unos amigos sobre el amor: Hay que hacer de las rutinas liturgias. Valorar lo cotidiano, poner el filtro de la gratitud. Apreciar lo pequeño. Así, a veces, puedes seguir manteniendo la mirada del niño.
— Mamá, lo que quiero decir es si no te parece extraño que exista un mundo, ¿Acaso te parece el mundo algo completamente normal?— Pues claro que lo es. Por regla general, al menos.
Sofía entendió que el filósofo tenía razón. Para los adultos, el mundo era algo asentado. Se habían metido de una vez por todas en el sueño cotidiano de la Bella Durmiente.
— Bah! Simplemente estás tan habituada al mundo que te ha dejado de asombrar."
La misma cruz
Tendemos a pensar que las personas a las que admiramos están exentas de vivir en dolor y que no pasan por los problemas que pasamos nosotros. Y eso es una estupidez.
Si algo me han enseñado los libros y escuchar a mis amigos es que casi todos acabamos pasando por los mismos problemas. Y quizá tú a veces te sientes estúpido por estar sufriendo ante una situación concreta, pero en realidad eres la persona número mil doscientos millones que se está sintiendo así por algo parecido. Algo parecido, no igual, porque un poquito especiales si somos y nuestra vida no pasa dos veces.
Tendemos a fantasear con una vida idílica que solo tendrá lugar en nuestras cabezas. Un objetivo que cuando consigamos nos permitirá descansar. Pero esto es solo una ilusión en la que creemos. Es como la foto con mas "likes" de Instagram: bonita, pero no real. Estática, una instantánea de la vida idealizada, sin movimiento ni profundidad.
Cada uno de nosotros tiene una fantasía. Pensamos que llegar a este lugar esperado nos liberará de las luchas que nos han definido. Pero en la vida las luchas nunca acaban. Nunca lo resolveremos todo. No se puede escapar a la necesidad del trabajo constante. Soportas y sigues avanzando.
Sin nada que superar no hay historia
Hay un trabajo que en el fondo es más importante que el que se refiere al rendimiento a niveles económicos, y no es otro que el que se hace con uno mismo. Y esta tarea, siempre inconclusa, es una fuente significativa de propósito. Le aporta sentido a la existencia.
A medida que avanzamos, nuestras metas y aspiraciones evolucionan. Siempre habrá nuevos objetivos que persigamos. Y mantenerse comprometido con un propósito o una misión a lo largo del tiempo implica esfuerzo continuo. La instantánea irreal puede servirnos como imagen mental para mantenernos motivados, siendo conscientes, claro, de que una vez veamos algo parecido a ese paisaje surgirá algo nuevo que nos hará continuar en marcha. Ya sabes, se hace camino al andar.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Ítacas.
Y es que tiene que ser así. Si no tenemos nada que superar, no hay historia, no hay crecimiento, no hay cambio, no hay valentía. Hay que aprender a amar el proceso de lidiar con esto. Y esta cruz se tiene que cargar con amor.
La vida es una cuerda de acciones que hay que ir atravesando, ya sean grandes o pequeñas. Todo lo que hacemos a diario tendrá su punto oscuro e imperfecto, pero siempre podemos lograr que el siguiente paso sea un poco mejor.
Aquello por lo que trabajas irá cambiando y te irá cambiando. Pero no importa demasiado, porque en el movimiento está la vida. Hay que mover el corazón. Lo importante es seguir teniendo un propósito, aunque sea entre cenizas, y hacer de las ruinas el camino hacia la transformación.
Me ha encantado y me ha emocionado releer esa cita de Ítaca, un poema precioso! El viaje del héroe, con sus luces y sus sombras. Solo después de haber atravesado todas esas experiencias, algunas duras y otras menos, podemos volver con la perla de la sabiduría. / Me ha venido a la mente también una frase que dice una amiga mía, "Lo más revolucionario hoy en día es mantener la alegría". No es la alegría infantil del Peter Pan desubicado, sino la alegría de seguir maravillándose por el mundo y agradecer todos los regalos de los que estamos rodeados. ✨M.
Cada semana disfruto más y mejor de tus reflexiones. Leerte me pide tener siempre el cuaderno delante, para hacer anotaciones. Concentras belleza y sabiduría en cada frase. Y encima me llevo la grata sorpresa al ver que me mencionas, gracias.
Dices "No se puede escapar a la necesidad del trabajo constante. Soportas y sigues avanzando" y estoy contigo. Esa frase me ha hecho recordar Stutz, un documental que habla con toda naturalidad de salud mental, de la vulnerabilidad que supone vivir con ataques de ansiedad, desde la mirada del psiquiatra Phil Stutz y de su paciente Jonah Hill (actor y director del documental). En él, Stutz habla del dolor, el trabajo constante y la incertidumbre como pilares de la vida y motores del progreso, aunque en ocasiones pueden ser frustrantes.
Gracias por compartirte, Claudia.
Abrazos.