Hay una cosa que hacemos poco y muy mal y que termina por hacernos bastante daño: aceptar que no podemos ser un diez en todo, reconocer nuestra vulnerabilidad.
Y no me refiero con vulnerabilidad a victimismo ni drama desmedido, ni a gritar a los cuatro vientos lo mal que te va la vida. Tampoco hablo de exhibir las heridas para obtener cariño, llorando por las esquinas asegurándote de que los demás puedan verte.
Cuando hablo de reconocer nuestra vulnerabilidad me refiero a mirarnos por dentro y sabernos imperfectos. Ser conscientes de que hay partes de nosotros llenas de inseguridades, limitaciones, y no pocos defectos. Y admitir esto como tal ante los demás. Que estamos trabajando en ello, sí, pero que la tarea final difícilmente se alcanzará. Forma parte del proceso que supone vivir.
Ser perfectos e inmunes puede parecer muy atractivo, pero eso no existe en la experiencia humana.
Tanta presión para cumplir los estándares de belleza, éxito y felicidad están construyendo un ambiente en el que la vulnerabilidad y la imperfección se perciben como indeseables. Se nos incita constantemente a proyectar una imagen de fortaleza. Pero, ¿no es un poco de cobardes llevar siempre la armadura? Hay que relajarse un poco.
La autora Brené Brown me ha ayudado a entender el papel crucial que tiene la aceptación de la vulnerabilidad en nuestras vidas, y como ésta no es otra cosa que un signo de valentía. Lo de exaltar la perfección sobremanera se nos está yendo de las manos. Así que hoy escribo sobre esto. Creo que las conversaciones sinceras sobre la vulnerabilidad y lo humano arrojan algo de verdad y sentido a este mundo de escaparates.
El mito más extendido: La vulnerabilidad es debilidad
La palabra vulnerabilidad procede de la palabra latina vulnerare, que significa «herir». La definición incluye «susceptible de ser herido» y «atacado o perjudicado». Ser vulnerable es admitir que te pueden hacer daño. No hay que confundir esto con debilidad, que, por su parte, es «La incapacidad de resistir a un ataque o herida». Puedes decir que eres capaz de resistir el golpe, pero no digas que no va a dolerte.
La debilidad, de hecho, suele derivarse de la falta de reconocimiento de la vulnerabilidad; cuando no sabes de qué forma ni cómo pueden hacerte daño, corres más riesgo de que puedan herirte. Si te crees invencible, es más fácil que descubran un punto débil en ti que tú no te has animado a reconocer. Si Aquiles hubiese estado un poco más atento, quizá no hubiese muerto. La capacidad para reconocer nuestros riesgos aumenta nuestra posibilidad de ceñirnos a algún tipo de plan para evitar el daño. La falsa creencia sobre la invulnerabilidad no es precisamente una coraza efectiva.
La coraza pesa
La capacidad de ir por nuestra cuenta es algo que en nuestra cultura se valora. Gran parte del discurso sociocultural actual gira en torno a esto: Haz de ti un hombre o una mujer totalmente autosuficiente. Cualquier vínculo estrecho nos suena a dependencia emocional. Empezamos a confundir el mensaje.
¿Reside la fuerza en la total autosuficiencia?
Admiramos a ese tipo de persona endurecida a la que parece que nada le afecta demasiado. Así que nos convencemos de que podemos ser como ellos. Nuestra pretensión es ser más fríos, sentir menos.
Así que intentas controlar lo externo, mientras mantienes la distancia de seguridad y trazas un plan de huida por si la cosa se pone fea. La gestión de lo interno para mañana. Crees que si te mantienes ocupado tus heridas y tus miedos nunca llegarán a alcanzarte.
Ten presente que no importa lo que corras
Porque huyes de tu mente - Ayax
Aunque admiremos la "fuerza antinatural" que esto nos trasmite, en el fondo lo sabemos: caminar solo puede resultar en realidad triste. Por fuera pareces valiente, pero por dentro hay miedo. Un miedo que siempre acaba por manifestarse. El peso extra de la coraza con la que cargas asfixia porque ésta te exige que sigas siendo pequeño y mudo detrás de ella, para no llamar la atención sobre tus imperfecciones y vulnerabilidades. Y esto es agotador.
Cuando nos pasamos la vida esperando ser perfectos o inmunes, sacrificamos relaciones y oportunidades que quizá sean irrecuperables, perdemos el tiempo y damos la espalda a nuestras aptitudes, a esas contribuciones únicas que sólo nosotros podemos hacer. La armadura quizá de lejos te queda bonita, pero de cerca molesta.
De la vulnerabilidad no se puede uno escapar. La vida es vulnerable. Estar vivo significa ser vulnerable.
Un corazón que siente es un corazón que funciona
Nuestro rechazo a la vulnerabilidad suele surgir porque la asociamos con emociones oscuras como el miedo, la vergüenza, la tristeza y la decepción: emociones de las que no queremos hablar. Lo que menos somos capaces de entender es que la ella también es la cuna de las emociones y experiencias que anhelamos; es el punto de partida del amor, de la integración, de la dicha, del valor, de la empatía y de la creatividad; es la fuente de la esperanza, la responsabilidad y la autenticidad.
¿Qué precio estamos pagando cuando nos cerramos y nos desconectamos?
La vulnerabilidad no es ni buena ni mala, es la esencia de todas las emociones y sentimientos. Sentir significa ser vulnerable. Un corazón que no siente es un corazón que no funciona. Creer que la vulnerabilidad equivale a debilidad es creer que sentir equivale a debilidad. Y es así como vamos perdiendo la tolerancia por la emoción. Anular nuestra vida emocional por temor a pagar un precio demasiado alto es alejarse de lo que, precisamente, da sentido y propósito a la vida.
No va conmigo
Con la vulnerabilidad pasa algo curioso.
Nos gusta ver la verdad desnuda y una actitud abierta en otras personas, pero tenemos miedo de que los demás las vean en nosotros. Cuando estamos frente a alguien que se oculta o se protege con máscaras y armadura, nos sentimos frustrados y desconectados.
Esta es la paradoja: la vulnerabilidad es lo último que quiero que veas en mí, pero lo primero que busco en ti. Me gusta experimentar tu vulnerabilidad, pero yo no quiero ser vulnerable. La considero un valor en ti, pero incompetencia en mí. Me siento atraído por tu vulnerabilidad, pero siento rechazo por la mía.
Cuando el otro admite su vulnerabilidad nos suena a verdad y nos despierta admiración: Qué valiente, se está exponiendo. La verdad y el valor no siempre son emociones cómodas, pero nunca son débiles.
Cuando éramos niños, pensábamos que cuando fuésemos mayores ya no seríamos vulnerables. Pero crecer es aceptar la vulnerabilidad. Estar vivo es ser vulnerable. - Madeleine L’engle
Conectar
La vulnerabilidad es la fuerza que da valor a las conexiones humanas. Nadie estrecha vínculos alardeando sobre lo maravillosa que es su vida. Es cuando nos quitamos la máscara y nos descubrimos con nuestras luces y sombras cuando damos la posibilidad de crear un vínculo importante. La sinceridad le abre paso. El orgullo construye muros.
La verdadera conexión, la magia, ocurre cuando nos mostramos como seres reales, con nuestras rarezas y defectos a cuestas, cuando ejercemos transparencia. Compartir nuestros sentimientos es una forma importante de establecer nuestra conexión con el mundo, nos ayuda a entender mejor quienes somos. Abrirse a otros nos ayuda a darnos cuenta de lo que realmente nos motiva y nos anima a vivir.
Es necesario desafiar la narrativa cultural que estigmatiza la vulnerabilidad. Ser vulnerable es una de las experiencias humanas más profundas y significativas. La voluntad de dar la cara nos permite mejorar y nos vuelve valientes. Ahí reside la verdadera fortaleza.
«¿Te imaginas saber que te aman así?» Él me miró y me dijo: «Yo te amo justamente por eso».
Sinceramente, siendo alguien que rara vez se ha arriesgado a ser vulnerable y que siempre ha evitado las tonterías o bobadas, nunca se me hubiera ocurrido que los adultos podían amarse de ese modo; que podía ser amada por mis vulnerabilidades, pero no a pesar de ellas. - Brené Brown
Qué absoluta maravilla. Gracias de corazón. De corazón vulnerable ❤️🩹.
Me encanto ‘ gracias 🙏🏽