El deseo no es cómodo.
No es limpio. No es racional. Es un zumbido constante en la nuca. Un animal que se arrastra por dentro. Que no pide permiso: se instala. Que se te mete en los huesos, en la lengua, en los ojos.
No escucha razones: se queda cuando quiere. Y no se calla.
No respeta mapas ni horarios ni protocolos. No entiende de lo que «debería ser» ni de lo que «conviene».
Es contradictorio: puede querer todo y lo contrario casi al mismo tiempo. Puede desear lo que daña, lo que arruina, lo que hace temblar.
Y solo se calma —si se calma— cuando dejas de pelear contra él. Cuando aceptas que existe. Que es tuyo. Que no va a pedir disculpas por ser lo que es: una pulsión vieja como el mundo.
¿Cómo se vence?
No se vence.
Esa es la trampa: creer que se puede borrar, aniquilar. El deseo es parte estructural de nosotros. Es algo que se integra o te rompe por dentro.
Se puede reconocer, entender de dónde viene, tratar de saber qué quiere decir, y decidir después qué hacer con él. Pero vencerlo, en el sentido de eliminarlo, no. No se gana esa pelea.
Se lo mira de frente, se lo reconoce, y se decide si uno camina con él al lado o si lo arrastra en silencio. Pero vencerlo —aniquilarlo— es perder contra uno mismo. Amputarse una parte.
¿Cómo se convive con él?
Como se aprende a caminar con una piedra en el zapato: sabiendo que está ahí, que molesta, que duele, pero que no va a matarte.
Al principio uno quiere arrancarlo. Negarlo. Gritarlo. Después se entiende que el deseo no se discute. No se extirpa. No se negocia. Se domestica un poco —si se puede—: se lo mira a los ojos, se lo deja hablar, se le pone límites que uno sabe que va a intentar romper. Y a veces se lo deja ganar, porque resistirse cuesta más que rendirse un rato.
No se trata de ser héroe ni mártir.
Se trata de hacer lo que uno puede. De aceptar su compañía sin asumir su gobierno. De entender que a veces vivir con el deseo es mejor que vivir vacío. Y de saber que seguirá ahí —jodiendo a veces— como una puerta mal cerrada en una noche de viento.
¿Por qué nace?
Nace del hueco. No de la plenitud. No de la paz. Nace de la carencia, de la curiosidad, de la insatisfacción, de la memoria de algo que nunca se tuvo, pero se intuye.
No es un defecto. No es una enfermedad. No es lujo. No es capricho. Es un mecanismo primitivo: buscar, anhelar, alcanzar.
Nace porque si uno estuviera plenamente satisfecho, si nada faltara, no habría impulso de buscar, de querer, de moverse hacia algo, de vivir.
Aparece cuando hay una ausencia, un vacío, una distancia entre lo que somos y lo que podríamos ser, entre lo que tenemos y lo que querríamos tener. No hay deseo inútil, solo miedo de no saber qué hacer con él.
No siempre es doloroso. A veces es una carencia luminosa, creativa. Otras veces es hambre, falta, herida. Pero siempre es un empuje hacia algo que no está resuelto.
Es instinto de supervivencia primero, y después, cuando ya no falta lo básico, es búsqueda de significado, de emoción, de intensidad.
Y buscar, incluso cuando duele—pienso— es mejor que anestesiarse.
¿Quién lo puso ahí?
Nadie. Nadie lo puso. Siempre estuvo.
El deseo necesita hueco para activarse, pero la capacidad de desear ya está adentro desde siempre.
Y es tuya. De tu sangre, de tu memoria. No es castigo ni premio. La vida no es placer permanente. La vida es sed permanente. No todo deseo termina en alivio. Y así debe ser.
Y en el fondo, aunque a veces se odie, se sabe que, si alguna vez esa sed se apaga, uno habrá muerto un poco.
¿Hay que esconder la falta?
Ahora todo debe ser control. Racionalidad. Eficiencia. Todo debe estar atado, previsto, bajo llave. Como si desear fuera perder. Como si sentir el hueco fuera un error.
Pero no se puede. No es humano. No hemos venido a tener todo resuelto. Hemos venido a buscar. A fallar. A temblar un poco.
Vivir no es estar saciado. Vivir es seguir teniendo sed.
Desear es prueba de vida. Y la vida, incluso rota, incluso sucia, incluso incompleta, es vida.
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De lo mejor que he leído :)
Has puesto palabras a una inquietud que apenas comenzaba a notar. Llego en el momento perfecto. Gracias ❤️🩹